jueves, 21 de octubre de 2010

CAPÍTULO 7

capítulo anterior: CAPÍTULO 6


Pasaron días, incluso. Tenía que reconocer que mi vida había cambiado un montón. Habían aparecido tres amigas que me hacían la vida un poco más llevadera. Mi tío seguía igual pero me dejaba salir bastante. Y referido a “él”… Había intentado olvidarlo todo pero me era imposible. Tenía su mirada clavada en mi mente y su voz no se iba de mis sueños. ¿Para qué pensaba tanto en él? Si es que estaba claro que había pasado lo que había pasado ya que él quería secuestrarme Él no pensaba en mí de la manera que yo acostumbraba a hacerlo. Le recordaba con dulzura y aprecio. Incluso con admiración.
Pero… seguro que él me recordaba desagradablemente. Me había ido sin decirle nada. Ho… seguro que ahora ya pensaría que soy una egoísta, egocéntrica y “freak”. Sí, eso me lo habían enseñado Val, Skye y Jaz.
Era divertido estar con ellas. Habíamos ido de “compras”. Pongo “compras” entre comillas ya que aquí abajo resulta difícil ir de compras. Todos los tejidos están hechos de los animales lanudos que hay por debajo de las cuevas principales.
También habíamos hecho un montón de otras cosas. Pero sinceramente, todos los días pasados había estado concentrada en otras cosas.
Si he de ser completamente sincera, os voy a decir que encontré un papelillo un poco extraño hacía poco. Ponía:
Vete preocupando por lo que ocurrirá un día de éstos. Vas a dejar de ser ésa niña mimada.
Sin remitente. Con mi nombre escrito en el sobre. Era sencillamente preocupante. Puede que fuera una carta de alguien que quería hacerse el gracioso, pero a mí no me hacía ninguna gracia. Es más, estaba preocupada de verdad.
¿Y si no era una broma?¿Qué haría yo entonces?¿Y si me moría el día siguiente? Si realmente era así, sólo había algo que me apetecía hacer antes de morir. Quería volver a sumergirme en ésos ojos negros de profundidad imposible para no regresar a la realidad jamás.
Val se mostró preocupada pero no me taladró a preguntas, cosa que agradecía muchísimo. No quería preocuparlas. Igualmente, hablando de ellas, creo que hay algo raro en su personalidad. Siempre se muestran felices, como si nada ocurriera… y eso a mí, no me parecía muy normal. Decidí que sólo eran tonterías mías, pues nada tenía fundamento. Aunque… no lo olvidaba.


Día 24 de noviembre de 2356. Me levanté animada. Vi que era temprano y me tomé bastante tiempo en ducharme y ponerme presentable. Bajé a la cocina y me encontré con Brenda, mi criada. Al verme hizo la leve reverencia que había intentado mil veces hablando con ella que no hiciera, pero ella ni caso. No me lo tomé a mal. Estaba muy bien, y no sabía por qué.
Desayuné bien y después Brenda me suplicó que fuera a Trade Cave ya que se había quedado sin tomates. Dijo que no me lo pediría si no fuera importante. Yo la tranquilicé y le dije que sin problemas.
Me puse lo primero que encontré de ropa y salí con el dinero. Siempre que salía sola estaba asustada y andaba bastante rápido. Llegué a Trade Cave y me di cuenta de que era día de mercado. Había un montón de gente. No me sentía bien entre tanta gente. Me estresaba. Decidí comprar tomates rápido y volver antes de que pasara algo.
Después de comprar los tomates pasé por delante de un bar con la cara agachada y de pronto una mano rugosa cogió mi brazo.
– ¡eh preciosa! ¿Por qué no te tomas unas copas conmigo? ¡Vamos que el tío Joey te invita!
Me giré hacia él y forcejeé para soltar mi brazo, pero fue inútil.
– ¡DÉJEME!
– vamos preciosa, anímate. – buf! Que peste hacía a alcohol. Era fétido.
Volví a forcejear y supliqué…
– ¡Déjeme en paz!
Forcejeé y forcejeé. No podía soltarme. Y de pronto una silueta a mi lado cogió el brazo del “tío Joey” y serenamente, intentando ocultar su rabia, habló.
– ¿No ve, señor, que la señorita no quiere ir con usted?
Oh Dios mío. Casi desfallecí al oír su voz. Su voz. Giré mi cabeza y lo localicé. Sonreí. Era Él. Había venido a ayudarme. Había venido.
El tío Joey me soltó pero le dio un puñetazo fuerte en el vientre de Noche. A Noche casi se le salieron los ojos de las órbitas. Cayó sobre sus rodillas intentando coger aire. Yo me arrodillé a su lado preocupada.
– la próxima vez, Don Juan, no te metas. – y volvió al bar.
No sabía qué hacer con él. Entonces dejé que mis instintos trabajaran por mí. Hice que se recostara en mí y le acaricié el rostro.
– ¿Night? ¿Estás bien? Ya está ya está. — canturreé. Me daba la sensación que cada vez estaba más loca. ¿Por qué cojones lo estaba consolando? Qué demonios debería tener yo en mi cabecita? nada, por lo visto.
Él fijó sus ojos en los míos y estuvimos por un rato mirándonos. Él era tal y como lo había imaginado. El chico más guapo que había visto en mi vida. Claro que tampoco había visto tantos… Pero era perfecto.
Ahora que no llevábamos máscaras podíamos vernos mejor. No me había dado cuenta de que aun le estaba acariciando el pelo. Me sonrojé y aparté la mirada. Intenté hablar para quitar ese silencio incómodo.
– ¿Estás mejor?
– Sí, pero puedes soltarme si quieres.
Me sonrojé aun más y lo ayudé a ponerse en pie. Era alto. Claro. Ahora yo no llevaba tacones. Volví a fijar mi mirada en la suya.
– No hace falta que seas tan desagradable, la verdad.
Él me miró confundido. De pronto vi en sus suaves facciones que entendía a qué me refería. Bufó e intentó explicarme.
– Crees que todo lo hago porque no te soporto, ¿verdad…?– preguntó. Yo no respondí. Renegó en voz baja. – oye Liz… hay algo que he querido preguntarte des de tu cumpleaños… ¿me podrías responder?
– Dependiendo de la pregunta... la responderé.
–¿Por qué eres tan... tan...? Demonios, no sé cómo explicarlo.
Se revolvió el pelo, haciendo que quisiera estar más a su lado. Pero entonces comprendí qué quería decir. Él no me soportaba. Sólo se había acercado a mí porque lo habían obligado. Debía de pensar que yo era una consentida y una llorona.
Si me iba ahora y no lo veía nunca más, seguramente todo lo que sentía en mi pecho al verle, cesaría y así yo podría seguir adelante, como si nada hubiera ocurrido.
así que decidí ayudarle.
– No hace falta que me lo expliques, lo entiendo perfectamente.
– ¿De verdad?– levantó la mirada con un poco de esperanza pero al ver que tenía los ojos llenos de lágrimas, se sorprendió.
– Sí, lo entiendo. Entiendo que no me soportes...
y me marché corriendo. Otra vez huyendo, ¿es que no sabía hacer nada más? Estando con él, terminaba siempre huyendo, huyendo de una verdad. una verdad que pudiera romper mi delicado y débil corazón.
Corrí y corrí, y de pronto unos fuertes brazos me envolvieron y me estrujaron. Yo seguía llorando, y intenté liberarme, pero otra vez fue inútil. Debía hacer más deporte...
– No es que no te soporte... JODER!¿por qué todo es tan complicado?
– No me mientas... más. No hace falta que me cuentes nada.
Él, sin responder me giró y me abrazó con fuerza.
– No te preocupes. te juro que no volveremos a vernos jamás. Te lo JURO. Es lo mejor para los dos, créeme.
y se fue.

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