jueves, 26 de agosto de 2010

CAPÍTULO 6- Night.

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– Me voy. – dijo ella después de ponerse en pie. Yo me paralicé. Sinceramente, no entendía la para nada.
Ella, no hizo ademán de decir nada más y se fue hacia la puerta con un paso lento.
– Oye Liz, no te vayas por favor. – ¿Qué cojones estaba haciendo? ¿Por qué me estaba disculpando? ¿Por qué me comportaba tan extraño al estar a su lado? Ella, no se volvía para contestar. Era como si oyera lluvia caer. Cojones. La había herido demasiado-
Ella no me oía y ya estaba a punto de salir y cerrar la puerta y entonces, desesperado grité– ¡PERDÓNAME POR FAVOR!
Y cerró la puerta. Oí unos pasos que se alejaban. Di un puñetazo a lo primero que encontré. ¿Qué era lo que había hecho? ¡Me había limitado a estar en el mismo sitio sin ir a abrazarla! ¿Cómo estaría sintiéndose? ¿Qué estaría pensando? Me puse las manos en mi pelo y después empecé a dar puñetazos a la pared hasta que me hice daño.
Caí sobre mis rodillas desesperado.
¿Cómo era posible que en una sola noche me hubiera encariñado tanto de ella? No, debía olvidarlo todo sobre ella y dejárselo a otro… Pero otro le volvería a hacer daño. Y yo… No. Debía alejarme todo lo posible.
Me serené y me puse en pie. Sólo estaba encaprichado de ella. No era posible sentir todo eso en una noche… No. No lo era. Era sólo un “capricho”
Salí de la habitación y fui en busca de “Day”. ¿La llamaba así incluso pensando? Pobre Alice. Esos eran unos alias muy mal escogidos. Aunque esconder los nombres a Liz había estado bien. Así si me buscaba no podría encontrarme. ¿Y por qué tendría que buscarme?
Dios, estaba peor de lo que imaginaba.
Salí de la mansión y fui por las calles de la Main Cave hasta llegar a los pasillos del sur-oeste. Giré a la izquierda, dos veces a la derecha y cuatro a la izquierda. Esperaba no equivocarme. Me lo habían hecho aprender de memoria. Entré y me encontré con Alice. Al verme se puso en pie esperando información.
– Lo siento Alice… Lo siento. No pude hacerlo– y me desmoroné.
Ella se quedó paralizada. No decía nada… Ay… tantos años preparándome para que la organización me tuviera respeto y confianza… y lo había echado todo a perder en una sola noche. Una sola. ¿Por qué me sentía así?
No era normal que con unas simples palabras de intercambio hubieran causado tal efecto. Ya estaba. Sabía qué tenía que hacer. Sólo debía alejarme de ella todo lo posible y así podría volver a pensar con frialdad.
Sonreí por dentro y miré a Alice. Pero ella estaba en blanco. Es decir, como si no estuviera ahí mentalmente.
– ¿Alice?
Pero no respondió. Se quedó así, sin decir nada. Empecé a preocuparme.
Pero qué egoísta estaba siendo. ¿Qué pasaba con Alice? Cómo podía estar pensando en mí mismo sabiendo lo frágil que era ella y que dependía completamente de mí. Nos habíamos criado juntos, la había cuidado y la había defendido de las niñas que la molestaban.
Me puse en pie y acorté la distancia entre nosotros. La abracé con fuerza. No podía dejar que mi dulce Alice se desmoronara. No. No ahora que estábamos probablemente solos, sin el apoyo de la organización.
– tranquila, cariño. Yo me ocupo de todo. No tienes de qué preocuparte. – ella se echó a llorar. Por fin una reacción. Me tranquilicé y la mecí en mis brazos. – Saldremos adelante sea como sea. Juntos.
Ella asintió.
Después de consolarla y tranquilizarla, la ayudé a ir a la cama. La arropé con dulzura y le besé la frente.
–duérmete tranquila, que no me voy a mover de aquí.

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