jueves, 26 de agosto de 2010

CAPÍTULO 5 - AMIGAS

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Él bufó resignado.
– He de reconocer que esto de la máscara no me lo esperaba…– dijo con una sonrisa triste. Vaciló sin saber qué decir. Finalmente suspiró y siguió hablando – De acuerdo… te lo contaré.
Me exasperé. ¿Por qué no lo contaba y punto? Empecé a dar golpes al suelo con mi pie derecho indicándole que se diera prisa. No quería perder más tiempo de la cuenta.
Él se puso a reír de golpe. ¿A reír? ¿De qué cojones se reía? Arqueé una ceja. Ahora me había quedado sorprendida
– ¿de qué te ríes? – exigí saber.
– Me río porque me haces gracia. – dijo, y su risa cesó de golpe. Puso una cara seria– Una niña de papá y mamá, que vive en un castillo de cuento de hadas como tú, nunca entendería nada. Seguro que tu papaíto y tu mamaíta te criaron entre cojines y siempre has conseguido lo que has querido sin esfuerzo, ¿me equivoco? Sólo eres una niñita mimada que vive en una caja llena de cojines. – y escupió en el suelo.
¿Cuándo me han mimado? ¿Cuándo he conseguido lo que he querido? Sólo recuerdo fiestas llenas de gente desconocida e hostil que no le importaba para nada sin mi tío apoyándome, sólo hablando con los invitados y pasando de mí.
Me quedé paralizada. Mi cuerpo empezó a sacudirse. Y lágrimas bajaron por mis mejillas, incontrolablemente.
. – Puede que tengas razón. Pero yo… nunca he sentido amor de madre alguno. – no podía hablar. Las lágrimas me lo impedían. – Mataron a mis padres delante de mí cuando sólo tenía seis años. Y aunque vi la cara del agresor, no la puedo recordar de ninguna manera.
Entonces mis rodillas cedieron y caí al suelo llorando. No le reprochaba que hubiera sacado el tema. Era yo la que nunca había podido superar el trauma.
Entonces le escuché.
– Lo siento Liz. – susurró suavemente. – Yo no… Yo no… Lo siento, no sabía nada...
– tr-tra-tra-tranquilo. Tú no eres el culpable de que todas… todas… las veces que mi tío saca el tema me pongo así. Soy yo… Soy tan débil… me avergüenzo tanto de mi misma… – y mi llanto aumentó. Se oía por toda la habitación.
Cuando al final pude hacer que mi llanto aminorara, me puse en pie y caí estrepitosamente al suelo. Él hizo ademán de venir pero con la mano le aturé. Intenté ponerme en pie a duras penas. Él me dio un pañuelo que tenía su aroma y con la mirada, se lo agradecí. Me limpié las lágrimas y susurré muy bajito.
– Me voy.
Oí como me decía algo. Pero no me importaban ya, no le escuchaba. Me daban igual las razones que pudieran tener para secuestrarme. Yo confiaba en mi tío. Y en todo. No encontraba ninguna razón para la que yo pudiera ser secuestrada. Exceptuando el dinero. Pero, si hubiera sido por dinero, Él me lo habría dicho des de un principio.
Abrí la puerta con la llave y la cerré sin llave. El camino hacia el salón de baile se me hizo eterno pero al final llegué. Me acerqué a dónde me dijo Valentine. Allí estaba, con otras dos chicas. Estaban riendo y pasándoselo bien. Me acerqué y me senté al lado de Valentine. Intenté hacer la sonrisa más feliz que pude y me asombré a mi misma de lo bien que lo estaba haciendo.
Valentine dejó de reírse y se giró.
– Liz, te presento a mis chicas, Jaz y a Skye. Chicas, ésta es Liz.
– Encantada de conoceros. – dije sonriendo
– Igualmente– dijeron al unísono con una sonrisa sincera en los labios.
No tardé mucho en hacerme amiga de ellas. Eran sinceras, bonitas y alegres. Tampoco tardé en ofrecerles que se quedaran junto con Valentine esa noche. Aceptaron encantadas. No quería quedarme sola.
Yo superé mi tristeza y al poco rato de estar con ellas ya reía naturalmente y sin esfuerzo. Me gustaba estar a su lado. Me olvidaba de todo. Mi tío, mis padres, el secuestro, “Night”…
Cuando la fiesta cesó ya eran las cuatro de la madrugada y nosotras subimos a mi habitación. Se notaba que estaban nerviosas e intenté tranquilizarlas lo mejor que pude.
Cuando llegamos, se quedaron boquiabiertas. Yo no sabía por qué pero lo que sí sabía era que mi habitación era bonita. Para mí al menos.
Skye, la más directa dijo sin pensar – ¡Vaya pedazo habitación! ¡Me encanta!
El servicio había dejado ya tres colchones de los mejores y bien puestos con un pijama para todas ellas.
– poneos cómodas, yo me voy al baño a asearme.
Al llegar al baño y cerrar la puerta, oí sus gritos y sus risas. Se exclamaban de lo “guay” (¿qué era ésa palabra?) que sería la noche. Sonreí por lo bajo y me quité todo. La máscara, el vestido, el maquillaje, los zapatos, y me duché.
Al acabar, me miré al espejo. Estaba presentable, ¿no? Salí del baño y me disculpé.
– Lo siento, ¿he tardado mucho?
En vez de contestarme volvieron a quedarse embobadas. Yo me fijé en sus caras ya que se habían quitado las máscaras. Valentine, era tal y como me la había imaginado. Pelo largo y ondulado color avellana. Ojos grandes e expresivos de color azul celeste y una piel color blanco perla.
Skye, era más bajita pero no dejaba de ser adorable. Tenía el pelo larguísimo rubio y con grandes onas, enmarcado su cara en un halo de perfección. Tenía unos ojos grandes de color gris impresionantes. Y, toda ella era tan… adorable.
Jaz, era más alta. Tenía el pelo negro totalmente liso y más corto. Los ojos eran de color verde pistacho. Y su piel también era perfecta.
Eran todas tan guapas…
La primera en hablar fue Skye, otra vez.
– ¡Qué mona!¡No te imaginaba así… – me quedé confusa. Yo, ¿mona? –Me encanta tu pelo… ojalá me quedara como a ti…Qué envidia…
¿Envidia? Me reí.
Valentine se enojó un poquito.
– Es verdad… Das una envidia…
– Chica, eres tan perfecta que no sé si eres real o no– exclamó Jaz.
Yo me quedé callada.
– Todo esto lo decís porque nunca os habéis mirado al espejo, ¿verdad? Todas vosotras sois perfectas. Preciosas. Antes de mirarme a mí, tenéis que miraros a vosotras mismas. Confiad en vuestra belleza, ya que muy poca gente puede hacerlo. La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora. Por ejemplo tú, Valentine. Siento decirlo así pero, Si nunca te acercas al chico que me dijiste, nunca obtendrás una respuesta clara. Y sin una respuesta, dudo que puedas superar tus sentimientos… – se me quedaron las tres expectantes. Yo me ruboricé y me disculpé apenada. Seguro que querían irse–Lo siento me he pasado, ¿no?
– No, tranquila, no te preocupes– dijo Valentine negando con la cabeza. – Gracias por ser tan sincera conmigo.
-Oye, Val! ¿Quién ese chico? Nunca me has hablado de él… ¡MALA AMIGA!
Y de pronto, todas nos pusimos a reír. Pasamos toda la noche riéndonos y pasándolo bien.

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