viernes, 20 de agosto de 2010

CAPÍTULO 4 - ENCERRADA

dale aqui para ver el CAPÍTULO ANTERIOR


– verás Valentine, es muy largo de contar, pero digamos… – ¿qué podía contarle? No confiaba en ella. ho, normal. La conocía des de hacia varios minutos. Entonces decidí mentir. Aunque no se me daba demasiado bien…. – digamos que no me encontraba demasiado bien y tenía que salir a tomar el aire…
Ella, me miró con dudas en su mirada pero luego, sonrió jovialmente y se puso a reír.
Yo, me puse muy nerviosa y me sonrojé. ¿De qué demonios se reía? Puede que fuera de mi mentira… no había sonado muy creíble. Pero tampoco hacía falta reírse tan abiertamente.
Cuando acabó me miro.
– Perdóname, por favor. Es sólo que llevo esperando que me pida un baile des de hace años y si me lo hubiera pedido no habría hecho lo mismo que tú… – tenía una mirada triste, perdida y me sabía muy mal… – Y me he reído de mi misma al ver que era una tonta para tener esperanzas… si hubiera querido un baile conmigo, ya haría tiempo que me lo hubiera propuesto así que… tú estate tranquila, ¿sí?
Yo no sabía qué hacer. No contaba con ninguna experiencia. Así que la abracé ya que se había puesto a llorar. Después, cuando detecté la mirada de “Night” en mí, le hice una mirada asesina intentando transmitir mi furia.
No debería haber bailado con Night. Pero si lo pensaba bien, tampoco era culpa suya… Él, extrañado me miró confundido. Yo, más tranquila negué con la cabeza y sonreí intentando decirle “no es nada.”
Supongo que me entendió y entonces siguió a lo suyo.
Cuando Valentine terminó de llorar, hice que me mirara a los ojos y lo que le dije me salió del corazón.
– Si ése chico nunca ha visto tu increíble belleza y tu increíble personalidad, no es culpa tuya. Peor para él. No te preocupes, que vas a encontrar a alguien mucho mejor. Te lo aseguro. – ¡De verdad que me asombraba a mi misma! Era increíble. La verdad es que Valentine me caía bien y a la vez me daba lástima. Pobrecilla. – ¿quieres pasar la noche aquí, en mi casa? Así te serenas un poco y podemos conocernos mucho mejor.
Ella dudó y entonces sacó su móvil. Sí, sé que suena imposible pero después de una larga investigación, un célebre ingeniero y técnico había ideado una red inalámbrica bajo tierra para poder usar los nuevos móviles. Mucho mejorados y más increíbles. Eran una pulsera discreta, como cualquier otra que tenía un botón y que al pulsarlo, aparecía una pantallita en el aire, táctil.
Eran completamente ecológicos, fáciles de reutilizar y sin radiación perjudicial. Se cargaban a las líneas de carga que tenían todas las casas.
Hizo una llamada cortita y después mirándome un poco más contenta me dijo:
– me encantaría.
Yo sonreí y de pronto me vino a la mente un pequeño problema. Intentando parecer tranquila y contenta, me despedí de Valentine alegando que tenía que ir al baño, que ahora mismo volvía. Ella me dijo que me esperaría justo en su sitio.
Abandoné la fiesta con decisión y fui al despacho de mi tío. Entré sin llamar y me planté delante de él. Él, levantó su mirada y al verme sonrió.
– ¿sí, querida? ¿Hay algún tipo de problema en tu fiesta? – me conocía a la perfección y sabía, sólo con ver mi cara, si me ocurría algo.
– ninguno… -- dije con vergüenza. ¿Por qué me resultaba tan difícil pedírselo? Aposté por una actitud indiferente y autoritaria. -- sólo que he hecho una amiga, y me gustaría que se quedase esta noche a dormir. En mi habitación. Y no vengo a pedir permiso, porque se quedará aunque tú no quieras.
– De acuerdo entonces. Que se quede. – Y volvió a fijar su mirada a lo que estaba haciendo en su portátil.
Yo me quedé a cuadros. Me esperaba una negativa absoluta.
– Pero, ¿te parece bien? Es decir, ¿Vas a dejar que se quede sin interrogatorios ni nada?
– Liz, piensa un poco, — me dijo cómo si le hablara a un crío. Odiaba que hiciera eso—Cómo crees que está ahí toda esa gente. Nunca me has visto invitar a nadie excepto a sir consentimiento e investigación previa. ¿Crees que habría invitado a toda esa gente sin haber hecho una investigación exhaustiva sobre cada uno de ellos?
Claro, ahora ya me cuadraba todo. Era obvio. Pero mi tío… esto era muy raro. Sí, ya lo sé ya lo sé. Me ha dicho que los ha investigado a todos y eso pero… ¡HO! ¡Es que no me fiaba de él!
Además se le había colado ése chico sin que se hubiera dado cuenta de ello.
Le dije por lo bajo un “de acuerdo” y me fui de su despacho.
Anduve por los pasillos y de repente unas manos me cogieron y me arrastraron hacia dentro de una habitación. Yo me resistí, pero fue inútil, con todas las letras.
Entonces pensé < ¡tonta! ¿Por qué no gritas? > Y cuando abrí la boca y cogí aire, una mano me tapó la boca.
– ¡NO GRITES! – me dijo con furia al oído una voz familiar. ¿Familiar? No, familiar nunca. La voz de “Night” no me era para nada familiar.
No aguantaba más así que le mordí la mano y le di un pistón al pie con mis zapatos de tacón. Claro está que me giré para ver la cara que ponía, y yo creo que su cara era más bien de sorpresa que no de dolor. Pero se le notaba que estaba sufriendo y aun más ya que no podía gritar.
Cansada por todo me apoyé en una mesa a tres metros suyos de manera que si se acercaba gritaría. No podía salir por la puerta ya que estaba cerrada. Estábamos en el tercer piso y no podía saltar por la ventana.
– Te he pagado con la misma moneda – empecé, afirmando seria – así que estate seguro que si me vuelves a tocar o lo que sea te lo voy a devolver por dos. Y ni se te ocurra acercarte, porque si lo hace,s gritaré.
Estuvimos unos instantes en silencio. Yo, porque quería una respuesta. Y Él, porque estaba recuperándose de mi pisotón. Puede que me hubiera pasado. Pero sólo un poco.
– Te crees lista Liz, pero en tantas palabras sutiles no hay nada de inteligencia. Te voy a contar tu situación a ver si la asimilas. Estamos en un tercer piso, por lo que no puedes huir por la ventana. – eso ya lo había deducido yo, listillo, pensé furiosa. – la puerta está cerrada y la llave, la tengo yo. Pero para quitármela, ¿a que debes tocarme? O, aun mejor, ¿Qué pasa si me resisto? ¿Me lo vas a devolver? ¿Por dos?—hacia cara de no creérselo — ¿Seguro?
Se estaba burlando de mí el muy imbécil. Yo, en un intento de seriedad y cordura le dije.
– así que según tu, tengo dos opciones. O dejarme secuestrar (no te sorprendas ya que te oí con tu amiga “Day”. Vaya asquerosidad de alias, ¿no?) O robarte la llave con la posibilidad… no, posibilidad no, certeza de que me vas a agredir o Dios sabe qué. – cogí aire y continué. – Pues, señor listillo yo te voy a dar una tercera opción. Puedo gritar y hacer que vengan los de seguridad y te arresten.
– Técnicamente, no he hecho nada malo. Estás en tu casa, ¿recuerdas? La opción de gritar no creo que sea recomendable, ya que en tu caso sería estúpido. Muy estúpido.
– ¿Estúpido? ¿Estúpido por qué? – ahora ya no entendía nada de nada.
– Estúpido, mi querida Liz, porque si gritaras y me arrestaran…
– Te arrestarían. Te lo dije. No me vengas de listo, chico.
Pero el siguió como si hubiera oído lluvia.
– porque si gritaras y me arrestaran… No sabrías por qué queremos secuestrarte. Quieres saber por qué, ¿verdad? Si no, para qué bailar conmigo una segunda vez y intentar “coquetear” conmigo. Fue un intento muy pobre, debo añadir. Se tiene que ser más sutil, ¡mujer! ¡Estamos en el siglo veinticuatro!
Ya me estaba cabreando ya por momentos y no quería explotar. Así que le corté.
– o sea que, según tú, si me dejo secuestrar, me diréis por qué lo hacéis. Eso lo dices ahora pero, ¿quién me garantiza de que esto sea así? Lo siento, pero no voy a caer.
– entonces… hagamos un pacto. – Se le ocurrió de repente—Si tú consigues robarme la llave del bolsillo izquierdo de mi chaqueta te diré por qué quiero secuestrarte. No pierdes nada, ¿verdad?
Ahora mismo, siento decirlo, lo había clavado. Se me ocurrían millones de maneras de hacerlo. Bueno , vale, puede que millones no, pero bastantes sí. Pero, por más que pensaba sólo había una que me valiese. Así que muy a mi pesar, NO quería hacerlo, ¿de acuerdo?, puse en práctica mi plan.
Me acerqué a él paso a paso. Con una sonrisa traviesa en mis labios. Al llegar frente a él le fui empujando poco a poco hacia la pared. Cuando noté que su espalda estaba apoyada. Acerqué mis labios a su oído y susurré con voz melosa.
– Acepto.
Me aparté de él y acariciando suavemente su rostro no tapado por su máscara con mi mano, y me entretuve con mi cara delante de la suya y vi que él cerraba los labios esperando un beso pero no se lo iba a dar, me quedé así unos instantes esperando. Él, no sabía qué pasaba. Pero aún no había bajado la guardia, como esperaba. Así que con las dos manos le cogí la máscara e intenté quitársela. Desconcertado y bajando la guardia para poder ponerse la máscara otra vez le cogí rápidamente la llave de su bolsillo y la agité delante de sus ojos negros.
– ¿y ahora? – pregunté. – ¿Vas a contármelo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario