jueves, 19 de agosto de 2010

CAPÍTULO TRES: VALENTINE

 dale AQUÍ para ver el capítulo anterior


¿Se suponía que tenía algo en la cabeza verdad? ¡Al menos una neurona! Sólo pedía una. ¿Por qué no avisaba a seguridad? O al menos a mi tío. Pero no. Era tonta. Y tonta seguiré toda mi vida. No sabía qué tenía en la cabeza pero la que estaba seguro era que si tenía algo dentro, no era cerebro. Sólo serrín.
Me encontraba justo en medio de la pista de baile cogida por el chico llamado “Night” y bailando al ritmo de la música. Quería saber por qué querían secuestrarme. ¿A mí? ¿A la sobrina de un primer ministro en camino de jubilación bajo tierra? Entendámonos. En la superficie puede que lo hubiera entendido. Pero, ¿Aquí? ¿Dónde sólo hay, cuántas, unas treinta mil personas y que la mayoría se conocen entre ellas? Por favor.
Es por eso que mi insensatez salió a la luz al ver que algo no cuadraba. Ahora entendía por qué mi tío siempre me repetía lo mucho que me parecía a mi padre, es decir, a su hermano. Hace tiempo, cuando era una cría y la obsesión con mis padres aun seguía en pie, todas las noches me contaba las aventuras de mi padre y él de pequeños.
Mis padres eran investigadores. Especializados en descubrir si ya se podía volver a la superficie. Realizaban experimentos en la superficie con unos trajes de película.
Realmente sí que me parecía a mis padres.
-¿En qué piensa? --¿En que pienso? ¿Para qué preguntaba eso?-- está muy pensativa… perdone mi indiscreción. Si considera que es inapropiada, lo entenderé.- me dijo muy nervioso. ¿Pero qué estaba haciendo? ¿No se suponía que tenía mano para este tipo de cosas?
- No se preocupe. Ahora mismo no pienso en nada…- respondí pensativa y sonreí. – en asuntos familiares, nada más… - se me humedecieron los ojos y una lágrima se me escapó.
Él no respondió y con suma delicadeza, acariciando mi mejilla, la cogió con su dedo. La contempló unos instantes delante de sus ojos como si fuera una joya y con la otra mano secó cuidadosamente su dedo, con un pañuelo que había cogido previamente del bolsillo izquierda de su americana.
Después, fijó su mirada un mis ojos. ¡Pero qué negro tan profundo había sus ojos y que pestañas tan largas, eran imposibles! Me perdí en su mirada… sin pensar en nada… ¡Sin tan siquiera pensar que ése desconocido me iba a secuestrar! ¡estúpida, estúpida, estúpida!
-no debería esconder sus emociones, mi señora. Le supondrá al final, un hábito irremediable – dijo esbozando media sonrisa. Eso SÍ era ya una indiscreción.
- le sugiero,señor, que conmigo no se tome tantas confianzas. Pues no se las voy a permitir.
Y con duras penas me solté de sus brazos en medio de la pista. Entonces, com si aterrizara de un largo vuelo, me fijé en que todas las otras parejas de baile habían finalizado su baile quedándose alrededor. Toda la sala estaba fijada en nosotros, en nuestro baile. ¿¡No me había dado cuenta ni de eso!?
Intentando arreglar la falta de compostura que había cometido, me incliné todo lo elegantemente que pude delante de ése chico y susurré suficientemente alto para que me oyera toda la estancia
-si me disculpa, mi señor.
Y me fui nerviosamente de la sala hacia el balcón, otra vez. Me apoyé en la barandilla esperando que mi pequeño número no hubiera estropeado la fiesta. Escuché que todo el mundo había proseguido con lo que estaba haciendo previamente y me tranquilicé.
-¿Por qué lo ha hecho?- escuché su voz detrás de mí. Ni me limité en girarme. Me quedé inmóvil, como si escuchara el viento.- ¿mi señora?- insistió él.
Nos quedamos unos instantes así, en silencio. Cuando escuché que iba a irse le dije muy suavemente.
–Por favor, no me trates de usted. Todo el servicio lo hace, y me siento incomoda al ver que tu también lo haces. No me trates así…– mi susurro fue tan frágil que se lo llevó el viento.
En unos minutos no se escuchó nada. Demonios, se había ido. No me había oído.
– ¿Y cómo quiere que la trate?
Me di la vuelta de golpe y casi tropiezo. ¿Aún estaba ahí? Mi corazón se tranquilizó y detuvo su frenético latido. Jadeé al ver su potente mirada fijada en la mía.
– trátame de tú... Liz. Llámame sólo Liz… – dije jadeando.
Esbozó una gran sonrisa que dejó entrever su perfecta y blanca dentadura.
– Entonces, si no querías que te tratara de usted, ¿Por qué me has tratado tú, de usted?
– La verdad, es que no tengo ni idea…– dije riéndome como una tonta. Por dios, ¿por qué me reía así? De repente me vino algo en la cabeza…–Si te preguntara algo, ¿me lo responderías con sinceridad?
– Dependiendo de la pregunta, sí – dijo haciéndose el misterioso.
– ¿me dirías cómo te llamas…?
– lo siento, Liz, pero me temo que me es imposible revelarte mi nombre. Si te lo dijera, desaparecería la magia y el misterio… y créeme que no quieres que eso ocurra. Esta noche, pero, puedes llamarme Night, aunque te suene raro, es mi alias.
– Entonces no es justo que tú sepas el mío… – le dije acercándome a él.
En ése instante estaba con una lucha interna terrible
¿Estaba ya loca de atar o qué? ¿Qué cojones estaba haciendo diciéndole todo eso al chico ése?
No es un desconocido. Se llama noche. Y es tan guapo…
¡Eso no importa! ¿No has oído tu misma que te iba a secuestrar? ¡Ahora ya no tienes dudas acerca de si fue él o no quién lo dijo!
Pero un chico así de guapo nunca podría hacer algo así… y es tan misterioso…
CállateCállateCállateCállateCállateCállateCállate
Me acerqué a él, y sin dudarlo ni un instante le hice dos besos en ambas mejillas, a la vieja usanza. Él, pasmado, reaccionó tarde, ya que pensaba que lo iba a besar en los labios. Ah no, no le iba a dar esa satisfacción.
– Adiós "Night". Espero que volvamos a vernos pronto.
Y entré dejándolo ahí pasmado. ¡Oh sí! Eso había estado bien. Estaba cogiéndole el gustillo a esto de pinchar su ego masculino.
Al entrar fui a sentarme para recuperar mi compostura y se acercó una chica de pelo castaño avellana y ojos grandes y expresivos de color azul celeste.
Se sentó a mi lado y me sonrió. Me pregunté si ésa sería la chica llamada “Día”. Que alias más extraño…
– Buenas noches – saludó. Definitivamente no tenía la misma voz que “Día”. Me relajé.
– ¿Buenas noches señorita…?
– Valentine. – Se sonrojó y me dijo con timidez – si fuera posible… ¿nos podríamos tutear? Es que… me siento muy incómoda…
– pues claro, Valentine. No te preocupes. – le dije sonriendo con honestidad. – si te soy sincera, yo tampoco me siento muy bien tratando de usted a la gente así por las buenas…
Diciendo esto nos pusimos a reír y desapareció la tensión en el ambiente. Hablamos durante mucho rato.
– ¿puedo hacerte una pregunta? – me dijo de repente.
– Claro – le dije animándola a seguir..
– ¿Puedo llamarte… Liz?– otra vez se sonrojó. Oh, era adorable. – Lo digo porque te llamas Elizabeth, ¿verdad? Y claro como es tan largo, si tengo que decirlo todas las veces y eso – se enzarzó en una nube de palabras, y nunca terminaba…
– ¿Valentine? – pregunté al cabo de unos minutos de escuchar su terrible parloteo.
– ¿dime…? – me preguntó con un poco de vergüenza al darse cuenta de lo que estaba haciendo.
– Tranquila. – dije sonriendo amigablemente. – No te preocupes. Claro que me puedes llamar Liz. No tengo problemas con eso.
Ella bufó más tranquila.
– Oye, ¿me ha parecido que rechazabas el baile con ése chico – me dijo señalando a “Night” con la cabeza– no?
Yo me quedé mirando a Valentine y le dije:
– sí... verás Valentine, es muy largo de contar, pero digamos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario