jueves, 19 de agosto de 2010

CAPÍTULO UNO : FIESTA

Ya estaba llegando. Estaba a punto de llegar a mi destino. Un destino que no me agradaba. Pero nada. Di varios pasos más. No, por favor. ¿Para qué estaba haciendo esto? Podía echar a correr en cualquier momento, alegando que me encontraba mal, ir a mi perfecta habitación y tirarme en mi mullida cama. Pero seguramente, si lo hacía, mi tío James estaría toda su vida sin dirigirme la palabra. Y yo no quería eso. ¿Verdad? No lo sabía con seguridad.
Volví a mirar mi atuendo. ¿Para qué me habría puesto el mejor y el más bonito de los vestidos hecho a medida para una celebración así? Si lo pensamos bien, cualquier chica cuerda habría hecho lo mismo que yo, en su diecisiete cumpleaños. Pero en mi defensa, sabía que detrás de la puerta que estaba abriendo con una llave que mi tío me había dado, había una fiesta infantil e pueril. Una fiesta con ponis y guirnaldas en la que mi tío no iba ni a estar.
Pero, exactamente, ¿en qué pensaba mi tío al montarme una fiesta así? De hecho, un primer ministro que nunca se ha parado a pensar en la vida de su “querida” sobrina/hija ni por un minuto, que sólo hacía que estar en su despacho y inaugurar cosas y que nunca ha visto la luz del sol… pues es normal que me haga este tipo de jugadas. Inconscientemente; espero.
Lo de sobrina/hija es porque soy su única familia, y él, para mí, lo mismo. No digo que no lo aprecie, porque eso sería mentir. Adoro a mi tío y él es una gran persona, de ahí su cargo. Pero me habría encantado pasar más tiempo con él.
Y me gustaría pensar que su postura hacia mi nula vida social, también fuera inconsciente. Os estaréis preguntando a qué me refiero. Pero no sé si debería contároslo.
Puede que no fuera una fiesta así de pueril como la describo, pero ya llevo pasadas bastantes experiencias de este tipo; y creedme cuando os digo que en ése momento me iba a enfrentar con una de las humillaciones más grandes de mi vida.
Vacilé y volví a considerar la idea de huir con la escusa de un mareo. Pero yo no era de ése tipo de chicas cobardes. Pero en ese caso no se consideraba cobardía, creo.
Al final, me decidí y abrí la puerta con decisión. Y…
Oh, Dios mío. No podía concebir lo que mis ojos estaban viendo. Detrás de la puerta había la fiesta temática más bonita que había visto en mi vida. Ahora entendía para qué mi tío había insistido en que me pusiera mi vestido dorado, como el de Taylor Swing en el videoclip de Love Tale, y en que mi peluquera personal Fanny me hiciera un peinado semejante al suyo con mi pelo ondulado y dorado. Y además, unos zapatos Jimmy Choope.
Toda la estancia estaba decorada con cosas semejantes al vestido, todo dorado, y había un montón de chicos y chicas que parecían de mi edad, disfrazados también y con máscaras. La música cambió y todo el mundo se fijó en mí. Yo, sonrojada, sonreí con timidez y con el gesto más sutil que pude hacer con mi brazo indiqué que siguieran con lo suyo.
Pero nadie se movía. Yo me estaba poniendo ya nerviosa. No sabía qué tenía que hacer. De repente, un apuesto señor de mediana edad, impecablemente vestido y con una máscara que ocultaba su identidad se acercó a mí y me dio una máscara que combinaba a la perfección con mis atuendos. Al fijarme bien en él me di cuenta de que era mi tío James. Yo, emocionada cogí la máscara con delicadeza de su mano enguantada y me la puse. Todo era tan perfecto… Y mi tío estaba ahí… estaba ahí demostrándome todo ese cariño que había echado en falta hasta ahora. Eso significó muchísimo para mí…
Una lágrima huidiza resbaló dulcemente por mi mejilla y mi tío, con sumo cuidado la cogió con uno de sus dedos.
-mi querida sobrina. Estás perfecta. No estropees tu belleza indudable con estas perfectas lágrimas. Por favor, disfruta de este baile ya que me ha sido de una dificultad extrema ocultártelo. Disfruta querida. Te lo mereces.
Yo, al oír todo aquello, sólo se me pudieron ocurrir dos palabras que lo resumían todo, a pesar de su brevedad.
- gracias tío.
Me dio un beso en la frente y se retiró a hablar con los invitados. Pero, me di por aludida de algo importante… ¿Quién era toda esa gente? ¿De dónde habían salido?
Me puse muy nerviosa. Seguí a mi tío esperando una explicación dedicada a quien era todo la gente presente en la sala. De acuerdo… no era muy difícil que no los conociera… pero eso, literalmente, me traía al fresco. Cuando mi tío James se dio cuenta de que estaba siguiendo sus pasos, escapó, no sé cómo, con una sonrisa dibujada en los labios.
Yo, resignada y un poco desesperada, me fui directa a una mesa con un montón de comida con un aspecto delicioso y me senté en una silla mientras me comía un poco de chocolate, mirando como los chicos y chicas bailaban y se lo pasaban bien, claro y evidentemente, sin mí. Yo quería tener algo como ellos. Quería formar parte de algo. Algo especial. Tener amigos. Relaciones. Conocidos. Lo que fuera, en ese momento no importaba qué. Miré hacia mi mesa ya predilecta analizando la comida encima de ella.
Localicé una tarta de fresas con unas apetitosas fresas encima a un metro de mí. ¡Qué hambre! Cogí una cuchara con cuidado y dando un repaso rápido alrededor y vigilando que nadie me viera, puse la fresa en la boca.
- Si coge una fresa de encima, la persona que quiera comerse la tarta, o sea yo, se va a quedar sin una, querida anfitriona.
Me quedé paralizada. Me tragué la fresa de golpe y por poco no me ahogo. Volteé mi mirada esperando saber quién había sido la persona que me había descubierto y que habría provocado una muerte totalmente estúpida e innecesaria. Me topé con unos ojos negros iguales a un pozo sin fondo y unas pestañas sin fin. Tenía el pelo perfectamente peinado y dorado caído flácidamente su frente. Tenía la piel blanca, e iba vestido como de príncipe de cuento de hadas. No sé por qué, pero nos quedamos ahí sin saber qué decir. Al menos por la parte que me traía.
- Mi querida anfitriona…- cuestionó divertido.
- ¿Sí? —respondí extrañada. ¿ahora qué quería?
- Se le va a caer la baba, si me permite el atrevimiento.
¡Pero qué grosero! No me lo podía creer. ¿Cómo se atrevía a hablarme de ésa forma tan grosera y mancada de educación? Eso sí que no lo podía permitir.
- ¿Cómo dice, mi señor? ¿No estará insinuando que me ha cegado su creída pero no cierta belleza?
- Yo no insinúo nada. Ha sido usted quien ha mencionado mi belleza. Ahora ya no tengo ninguna duda.
- ¿Duda? ¿duda sobre qué?
- Dudaba si querría bailar conmigo ya que usted sí que me ha cegado con su innegable belleza. A mí, no me da vergüenza reconocerlo. –dijo divertido. Me sonrojé involuntariamente ya que nunca me habían dicho nada parecido.- venga vamos. ¿me concede este baile?
Y antes de que pudiera darme cuenta ya estaba en el medio de la pista, siguiendo el ritmo de la música, cogida por el chico misterioso, grosero y irremediablemente desconocido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario